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COMENTARIOS DE ALGUNOS AUTORES ACERCA DE

LA OBRA POÉTICA DE

MAGALY SALAZAR SANABRIA

 

NO APTO PARA LOS RITOS DE LA SACRALIZACIÓN (1978) Caracas: CELARG. Colección Voces Nuevas.

 

El Nacional, 6 de agosto de 1978 (Dos poetas de la posesión) LUIS ALBERTO CRESPO es Director del Papel Literario de El Nacional

 

Según el poeta Luis Alberto Crespo, esta obra le permite a la autora: “elegir las frases que recorran, que averigüen una vez más, su cuerpo” (…) “lo femenino habla a lo femenino, en una suerte de contienda amatoria en la que, sin embargo, no asistiremos a evidencia alguna porque el vínculo sensual que estrecha a esta poesía se disuelve mediante la sugerencia, el juego ambiguo donde ocurre un desdoblamiento  de la criatura amorosa, una posesión de sí misma, pero también por el otro, el oponente legendario.” (…) Siempre frente a ella misma o frente a ese otro, midiéndose como ser del deseo la  poeta suscita la comunicación poética con furor y pudor , sirviéndose de los vocablos como de objetos sensuales exaltando el roce y el recuento corporal de obras y hechos o acusándose vencida en la contienda, en el acoso del escrúpulo, la sed nunca saciada, la imposibilidad de la entrega”. Este libro no es, en definitiva, tan sólo referencia sensual, sino extrañeza, otredad de las imágenes y el vocabulario del cuerpo se torna secreto, desbordamiento de sí con que se entrega el poeta en la palabra.”(…)

                                       

ARDENTIA (1992) Barcelona: Fondo Editorial del Caribe

                                        

 

El poeta JESÚS ROSAS MARCANO, escribió  en El Diario de Caracas, 20 de septiembre de 1992, en su columna poética “20 líneas”. (Jesús Rosas Marcano es Periodista, poeta y profesor de la UCV)

 

Magaly Cundeamor:

 

“Ardentía” de Magaly Salazar

 

“Obra de una sola pieza,

su libro es un esplendor

y es un instante de amor

que se repite y no cesa

 

En el mar se tornasola

la magia de su escritura

y obliga a tantas lecturas

como quien lee una ola

Magaly en su verso acosa

y alivia en veneno fiel,

entre el pecho del clavel

y la espalda de la rosa

 

¿Es obra, libro, cuaderno?

yo pienso que es un licor

con su cuerpo embriagador

que parece un vino eterno

 

En su verso cincelado

se advierte como un fanal

el deseo original

que triunfa sobre el pecado

 

LIDIA SALAS, poeta colombiana pero de raigambre en Venezuela, titula su comentario así: “Ardentía, poemario de Magaly Salazar”

El Nacional, 16 de mayo de 1993

 

“ Y es que esta mujer en ausencia de las aguas y arenas desmesuradas de su isla inicia una honda reflexión de lo cotidiano, del sentimiento vital que se desgasta entre la soledad, la tristeza, el desconcierto y la esperanza de lo anunciado, de su cuerpo como casa, lugar de abrigo y ternura y del recuerdo de una geografía que está fuera de ella en sensualidad de imágenes y cadencias:” /“Lamo la vida al aire/ en algas y sol desmenuzado, íntegro”/, y dentro, como un aleteo:/ “intuyo el pulso de la sangre/ tan próximo a los alcatraces”

“A diferencia del lenguaje estridente, exuberante y codiciosamente erótico que pareciera signar la escritura del Caribe, en esta poesía, un adelgazamiento de silencios más sonoros que grito o carcajada, va fundando el poema. Letanía enroscada a ratos en estructuras herméticas o surrealistas siempre mesuradas, justamente apreciadas por el poeta español, Luis López Alvarez, cuando dice: “Me gusta la precisión verbal, la capacidad de elipsis, el temblor retenido”(…)

Nota: El Dr. Luis López Alvarez fue Director de la Unesco en Venezuela durante 4 años.

 

 

Profesor, LUIS ALVAREZ,  presenta un pequeño ensayo acerca de las oposiciones y paralelismos de Ardentía.

Revista actual. UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, Agosto-Diciembre. 1993

Dice Luis Alvarez : (…) “Finalmente, debemos decir que dentro de la sindéresis que hemos observado en este texto, es preciso recalcar algunos valores como el tratamiento lírico a través de una retórica sencilla, un ritmo acompasado, un uso de la interrogación como recurso. Por otra parte, la recurrencia de temas como la casa –con la connotación humana que le hemos asignado, el amor (siempre el amor) posible, hacen que el texto se sienta con un enorme contenido poético. No hay historias. Hay sólo manifestaciones subjetivas de un entorno físico e íntimo. Y algo muy importante; ya al final de la obra (en el poema XXX), la autora se decide a comunicarnos la polisemia del nombre que hemos venido presintiendo desde el comienzo.

Si se apaga

                                                                         El fuego de mis ojos

                                                           ¿Cómo resuelvo lo oscuro de las cosas?

                                                                ¿Cómo sustentaré el recuerdo?

                                                       ¿Cuánta ardentía inflamará mis vísceras?

 

Como podrá verse, ya no habla únicamente de la ardentía que anhelan los pescadores, como razón de subsistencia. Ahora es la ardentía humana que se presiente –como imagen fáustica- con el devenir, en la soledad, en la incomprensión o en el desarrollo, cada vez más avasallante, de un mundo pragmático”

 

 

                                                       ¿Cuánta ardentía inflamará mis vísceras?

 

Como podrá verse, ya no habla únicamente de la ardentía que anhelan los pescadores, como razón de subsistencia. Ahora es la ardentía humana que se presiente –como imagen fáustica- con el devenir, en la soledad, en la incomprensión o en el desarrollo, cada vez más avasallante, de un mundo pragmático”

 

El Profesor  y escritor, JOSÉ PÉREZ, adscrito a la Universidad de Oriente Nueva Esparta, Isla de Margarita, publicó un artículo el “EL DIARIO DEL CARIBE", el 11 de Octubre de 1993: “Vigilancia y Ardentía en Magaly Salazar.”

 

(…) Su poesía tiene, además, la concreción y el lenguaje transparente, propios de quien ha sostenido un ejercicio constante y depurador con su escritura: Después de la lluvia/ la brasa sobre el mar/ aún se llama ardentía” (Poema XXI. p.55) Por otra parte, Magaly Salazar Sanabria, conjuga muy bien los elementos de la trilogía que encauza su libro Ardentía: El YO, (evocador, sugestivo, lírico): el MAR (presencia e inmanencia del ser más allá de sus laberintos y patrón de medida de su palabra): y El OTRO, (CUERPO, el del amado, que es invitación constante al deseo, a la llama, a la ardentía). Como en este poema XXVIII:

      Nadie

      puede llamar cotidiano

    al asombro de mi piel

   cuando te toca a diario

 

        También es zumbido en el semblante

   la luna hacia tu frente

  oír la respiración

 como rastro sobre el papel

   desvaneciéndose en la página

              

    Otra vez,

   En la nuez de tu cuello

    en los antiguos nudos vegetales (p.47)

 

En el escrito acerca de Bajío de sal, denominado: “Epifanía del sentir”, la poeta colombiana LIDIA SALAS expresa:

 

(…) Celebramos en la primera parte la sensualidad del poema VII: “El sabor de la sal/ sobre tus poros,/ ¡ah! caricia de la tarde” y la amplia gama de sugerencias del poema IX:

“Se llama guitarra/ la memoria sonora/ de Lauro”

(…)“La poética de estas páginas apunta al deseo de aprehender estados de conciencia y logra conmover el filo de los versos que expresan la soledad y la ausencia, con igual contundencia que la espuma verbal en la cual florece la alegría y la dicha; porque  el eje temático de estos textos se inspira en la vida misma, y como la vida , se enriquece  con tópicos diferentes, expresados siempre mediante un lenguaje conceptual y el uso certero de imágenes , las cuales iluminan a manera de flashes, el espacio del poema. Hermosa interrogante la de la página 59: “ ¿Quién pudiera con la dicha/ apretar las alegrías/ y hacer con ellas un ramo de capachos?” Deseo, más que pregunta, ruego, en ese territorio del “ojalá” que es la poesía.  En este poema, como en muchos otros, la polisemia de los términos usados, plena el texto con las lecturas posibles, estableciéndose varios niveles de significaciones mediante el juego de prestidigitador que emplea el emisor”

 

El escritor, EFRAÍN SUBERO, Miembro de Número de la Academia Venezolana de la Lengua, en una ponencia denominada: “La poesía de Magaly Salazar”, que presentó en el XXIX Simposio de Docentes  e Investigadores de la Literatura Venezolana, en la Universidad Católica Andrés Bello, el día 29 de Octubre de 2003, leyó lo siguiente:

(…) “Para la Margarita de hoy, de ayer, de siempre, la poesía de Magaly Salazar es un hallazgo. Por supuesto, su  aprendizaje “scholar” la ha llevado por diversos senderos enriquecedores de su personalidad poética, y es admirable cómo los asimila sin trasuntarlos. La poesía de Magaly Salazar es ella. Trabaja la materia. Cincela con cuidado su expresión. Pero pareciera tener siempre presente la sabia advertencia de Juan Ramón Jiménez:”No, no la toques más que así es la rosa”

(…)En la Isla, son tan simples los elementos del paisaje que también pueden estar al alcance de la mano. Y ocurre que pueden hacerse insondables si el soplo creador les concede su enigma:

 

“Se abandona

en la flor marchita,

la tristeza”

(…) Y es cuando advierte la grandeza poética del silencio que es la pausa expresiva de la poesía y de la música. Por eso, ella también esta hecha de silencios:

                                        

“Desnuda piedra

tus tonalidades de silencio

no sólo de palabras

vive la poesía”

      

(…)No es por falsedad ni por moda que desecha los decires clásicos. Hermann Hesse nos advirtió a tiempo: “En el arte vale lo atemporal, no la moda ( Lecturas para minutos.2)

Es que, consciente de sí misma, le es connatural una expresión contemporánea, despejada, sintética, que la acerca al haiku japonés. Decir, como lo hace ella, apenas con tres versos de arte menor, es expresar lo que se expresa con el menor número de palabras posibles”

Mujer de su tiempo, ni da la espalda ni se deja intimidar por lo que ocurre. Su corazón la salva. Por eso lo provee de todo lo que lo alimenta para poder salvarlo, para que quede ileso,“antes de sentarme frente a la computadora, mientras nos ulcera la globalización del hambre, la guerra, el stress. En estas meditaciones he procurado que mi sensibilidad y la reflexión estética simpaticen para no hacer de esta lectura sólo una manifestación de los sentidos” de Levar fuegos y sietes.

                                            

Según la escritora CARMEN CRISTINA WOLF:

La poesía del libro Andar con la sed de la poeta Magaly Salazar Sanabria se adentra en  las palpitaciones de Sor Juana Inés de la Cruz, no sólo en sus matices y transformaciones, sino en su apetencia del conocimiento y su florescencia arquetipal pero siempre  sustentados en el soplo  divino. Entretanto, la voz de la poeta Salazar Sanabria, susurra: : “De tanto preguntar al infinito/ decidió pedir prestada/ la curiosidad”. Además, la  fenomenología  de la imaginación en la poesía de Sor Juana está  representada por las  imágenes del  sueño que responden a una reacción ante las múltiples costumbres y prácticas, sujeta a su vida religiosa, a la rigidez de su entorno social y a sus lecturas. Como es el caso del Obispo escondido bajo el nombre de Sor Filotea. Todos estos elementos constituyen un relato que existe en el propio sueño.  Allí nace, vuela y vuelve a nacer. Observamos que la autora apunta a ver en la imaginación de Sor, más que en la razón,  una voluntad; energía unificadora de su alma. Señala la querencia de ascender y de admirar los astros. El silencio se hace en los espacios y el ojo ve lo que no mira, no hay revelación. El eco de Salazar escribe: “Clara luz del universo/ el ojo que todo lo mira/nada discierne”. Pero el onirismo de Sor Juana  constituye una teoría del conocimiento que nace a partir de un esfuerzo metódico para obtenerlo y acordarlo: La autora  escribe: “Hace  escala de un concepto a otro/ aspira a lo alto/ el método”. Podría hablar mucho más de este hermoso libro de la poeta Magaly Salazar Sanabria pero termino con estos versos “Sor Juana celebra a los astros / en el ojo de la noche. / ¿A dónde irá la luz de las estrellas? /La poesía responde.”   

El dramaturgo y poeta RODOLFO RODRÍGUEZ opina: 

La poesía de Magaly Salazar (*) está llena de los olores, los sabores y el sentimiento de la casa y la femineidad, pero sobre todo, de las voces telúricas universales de su lar nativo, que no es una isla, sino la memoria del agua y la sal, el viento y sus dilataciones, la santa garúa y los quebrantos de la luz.

 

De una gramática limpia y una construcción acabada, su texto poético recorre el patio, las habitaciones y la casa, las alacenas, los utensilios, santos y anaqueles, las flores y las especies, pero también el cuerpo del amado, la genealogía y el aliento que hace vida en el rito diario del espíritu.

 

Magaly sabe convocar las hondas  sonoridades de lo local con una cualidad expresiva, humana y formal sin parangón en la lírica insular. Da a su verbo una iluminación acrecentada y fuera del común, un ímpetu y un alcance universal distintos.

 

En ella vibra la casa en lo más alto; y cuando digo casa, digo amor y vida, sangre y luz, instinto e inteligencia, pero sobre todo poesía y alma y no solo envoltorio. La calidad escritural que surge de su vena poética es una voz casi solitaria en su generación. No se parece a nadie y nadie se le parece. Su poesía se desnuda de los artificios y se pasea ataviada con la propia esencia constructora del verbo, sin los aspavientos de los adjetivos asfixiantes, haciendo simbiosis con la fuerza viva del sustantivo con el que compone unas metáforas recias en su construcción y diáfanas en su resolución y poder de significación.

 

Vital, sin apariencias ni aspavientos, dueña de  lo colocado, lo vivido, lo real, pero sobre todo de lo bello; Magaly expone, luminosa, incandescente, su obra poética que bebe de  la esencia casta y castellana, y se inscribe en el vasto espacio de la forma, con esa especie de don sagrado que tiene para nombrar los alientos más hondos del espíritu y la querencia.

 

EDGAR VIDAURRE

Divino abrevadero... crónica anímica sobre el libro de Magaly Salazar Sanabria, "Andar con la sed"

 

Como la cierva sedienta en busca de un rio, así, Dios mío, te busco a ti.

Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.

¿Cuándo volveré a presentarme ante Dios?

 

Salmo 42:2

 

Sed me Parnassi deserta per ardua dulcis Raptat amor:

La dulce sed del amor, me condujo a través de los desiertos de la belleza

Plinio el viejo

 

Al abrir el libro de Magaly Salazar -andar con de la sed- e involucrarme en su palabreo con la exquisita Juana Inés de Asbaje, algo me dijo que mi propia sed confluiría finalmente con las aguas. Como si en los cabos del desierto inclemente, encontrara y me adentrara en su bosque denso hasta arribar al centro más secreto y abierto: un inmenso lago de aguas iridiscentes en cuya orilla estuvieran bebiendo bajo el cielo, dos ciervas o gacelas blancas del Señor. Me sentí entonces como el cazador Enkidú que al decir en el poema de Gilgamesh, le hacía el amor con la mirada a las ciervas en los abrevaderos. 

 

La boca es aquel centro luminoso por donde se sacia la sed, pero es también el centro del deseo, del anhelo, la imagen más intensa de la propia sed. Viendo enamorado como las bocas de estas gacelas tocan el agua sin perturbarla, entiendo la certeza…esa certidumbre táctil del señor en donde la necesidad y la plenitud son un solo y único evento, pues una vez humedecidos los labios en esa plenitud, el deseo se despliega convertido en la palabra iluminada, en imagen. !Cuánta palabra buscando una salida! Nos clama desde su orilla la cierva sedienta.

 

Pero tocar a Dios a través del roce de la boca con las aguas, esa certidumbre táctil del Señor, es la manera que tiene el creador para seducir y enamorar a sus gacelas. Se establece así un vínculo inefable… un nuevo modo de amar.  

 

Llegamos así en este andar a los espacios verdaderos del amor… a la soledad y a la noche, donde el lago se transmutará en sueño primero y original, como la realidad más esencial. Allí, en el medio de la oscuridad, se encenderá la fe como la luz que ilumina el rostro de una madre en vela, para que los ojos miren y vuelvan a mirar…para que dejen pasar la luz.

 

Si pensamos que la sed es lo real, esteremos asumiendo la realidad de manera parcial. La sed y su confluencia con las aguas conforman una realidad más vasta, y todo ello pasa por los labios y la boca. La mística Simone Weil nos decía que: “Lo que es real en la percepción y la distingue del sueño no son las sensaciones: es la necesidad que las sensaciones involucran. ¿Por qué esas cosas y no otras? Es así. En la vida espiritual, ilusión y verdad se distinguen de la misma manera. Lo que es real en la percepción y la distingue del sueño, no son las sensaciones, es la necesidad. Distinción entre los que permanecen en la caverna, cerrando los ojos e imaginando el viaje, y aquellos que lo hacen. Hay lo real y lo imaginario también en lo espiritual, y también en este caso la diferencia reside en la necesidad. En cuanto al sentido interno, nada más engañoso (…) Ante una pérdida, se sufre porque lo ausente se convierte en lo imaginario, es decir: lo falso. Pero el deseo de él no es imaginario. Descender hasta dentro de sí mismo, hasta donde reside el deseo que es real. Hambre: uno imagina alimentos; pero el hambre es real: asirse al hambre”.

 

El deseo existe y la sed y el hambre y el dolor, pero nunca por sí mismos. En este caso, la sed y el hambre serán la fuerza, el motor o la señal de la vida, la sed es el camino hacia la fuente... pero como decía Jesús, es el cuerpo más que la comida?  En este palabreo de ciervas a la orilla del lago, del sueño o de la noche, ellas trascienden su sed y su deseo (real) al posar sus bocas en el abrevadero. Ese espacio entre los labios y las ondas del agua será entonces la instancia de la última realidad.

 

El cansancio, el hambre y la sed son las escalas que sirven para subir, para alcanzar la gracia, nos sigue diciendo Simone Weil en su libro La Gravedad y la Gracia. Nuestra poeta-gacela, a su vez nos dirá de manera contundente, que hasta que Dios no se esparza, los altos escalones serán apenas una conjetura.

 

Y será entonces una mujer (que arriba descalza) a la orilla a modo de una cierva blanca del Señor, quien esparcirá a Dios  hacia los vientos a través de la palabra… a través de esa realidad abarcante que llamamos poesía, y lo hará precisamente y también a través la abertura de su boca.

 

Mujer-gacela por cuyas hendiduras pasará la luz. Un hallazgo en medio de la oscuridad por donde todo entra, por donde todo sale. La que contiene, la que guarda el secreto, la que se lo bebe con el corazón para restituirlo a través de una imagen, pues la poesía es la imagen del universo.

 

En esta instancia del andar, será necesario que se produzca un repliegue hacia el origen, una apocatástasis que restituya la pureza de la voz. Ese drama que en “El cetro de San José” establecerá el sentido de esta verdad: sólo aquel que cierre los ojos, guardará su corazón, pues será en el medio de la noche donde la luz se hará virgen de nuevo como un jazmín.

 

!Cuántas maravillas tiene el fuego y yo en la penumbra!, dice quejosa una de las gacelas, en medio de una soledad sonora. Más el poema le responderá con la luz de la aurora para separar así la luz del fuego. Y con la luz vendrá entonces el despertar del vuelo, pues el poema es un vuelo hacia Dios. La belleza será la cercanía de ese Dios, su íntima respiración que ahora nos penetra suavemente.

 

Y aunque es a la energía del agua a la que llamamos sed, el andar amoroso ya no será solo sed de agua, sino de vuelo, de aire, de viento, de espíritu en forma de paloma mansa, o de aquel alcatraz del pintor Diego Rivera o del ángel de Fra Angélico, que concurren en su vuelo a un mismo cielo, en un palabreo de vuelo entre dos mujeres que arropan al tiempo con su canto.

 

La dulce sed de amor me va llevando por los desiertos de la belleza, esparcimiento de Dios que atraviesa las sombras hasta elevarse a la luz, plena de romances, endechas, décimas, glosas, redondillas, sonetos, liras, villancicos, autos sacramentales, dramas humanos y crónicas anímicas. Pero ya, en esta instancia del vuelo o de la lectura, sublimada mi sed, me siento con los ojos cerrados junto al árbol que vive a la orilla del lago, donde las gacelas viene a abrevar su sed de Dios y cuyos frutos por la gracia que nos otorga entender la gravedad, han caído muy cerca de su tronco, al alcance de mi mano y de mi boca, ahora plena de éxtasis. Dios omnipotente y omnipresente en todas las cosas, reflejado en el corazón de sus aguas cual "Divino Narciso" y el mundo entero en estado de resurrección, de redención. Imagen infinita del universo, que cabe a su vez en la onda pequeña de agua que besan las bocas de las gacelas y que las mujeres devuelven hacia el aire, sostenidas por la fuerza de un poema.

ANA MARÍA HURTADO

Tejido a cuatro manos...sobre el palabreo de Magaly Salazar y Sor Juana Inés de la Cruz

Aproximación al poemario Andar con la Sed de Magaly Salazar Sanabria. 

Mayo 2016

 

El prodigio del amor nos llega junto al prodigio de las palabras,  a través de un hilo extendido entre dos mujeres de nuestra América: Sor Juana Inés de la Cruz y  Magaly Salazar Sanabria,  separadas por  tiempo y  espacio, pero  unidas en el oficio femenino de la espera,  de la trama y la urdimbre, del silencio sonoro, de la luz y la sombra, han tejido este libro sin tiempo, con la disposición poética de Andar con la sed.

 

Octavio Paz en su Oración Fúnebre para Sor Juana Inés de la Cruz (1995) se interroga diciendo ¿Cómo podemos rescatar a un escritor de esa eternidad de humo que es la fama? y agrega que la verdad verdadera del poeta está en su obra, y esto es lo que precisamente hace nuestra poeta Magaly Salazar Sanabria, cuando entrelazando su voz con la voz perenne de ese portento de mujer que fue Juana Inés de Asbaje, la rescata del humo y nos la muestra en una intimidad de ventanas abiertas y velas encendidas. Y para hablar de una, tendré que hablar de la otra, y a veces ambas se fundirán y no sabré dónde empieza una y dónde termina la otra. Prodigio de la palabra entrelazada que engendra una nueva poeta que siendo Juana y Magaly, es más allá de Juana y de Magaly.

 

Esa fina sensibilidad de las poetas les permite saber con el corazón que la belleza es un agua que se bebe, y que andar con sed es desear la belleza, tanto como la verdad y el bien. Platónica propuesta de esta sagrada trinidad, que desde la palabra se convierte en alimento, cuerpo y sangre, pan y vino. Sor Juana, que en su mente asume la belleza, pero que sólo “su corazón la bebe” ,es invitada por Magaly a este banquete, diálogo, palabreo, canción a dúo, plegaria polifónica, música de esferas, que nos permite el hallazgo magnífico: esa “certidumbre táctil del Señor”. Podemos entonces vislumbrar otra trinidad, las dos poetas tocando la piel cósmica del dios que siempre dialoga y escucha, interpela y asombra  con la llama que ilumina los ”sentidos ciegos”, porque  antes que calidez, para Juana, el fuego es iluminador, es sabiduría. Como diría Paz, Sor Juana Inés es poeta del saber, no del ver. 


Sin embargo, ambas saben que el ardor que suscita el Dios Padre guarda un misterio ante el cual sólo es posible responder con  hambre y  sed… Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. (Mateo 5:6)


“hambre 
que provoca el convite de dios” 

Y Dios ante todo se brinda como alimento, es el Teocualo, ese dios que siendo semilla de maíz en  Mesoamérica, y que en el rito azteca donde Huitzilopochtli, representado en una estatua hecha de cereales amasados con sangre, terminaba siendo “comido” en prefigurada  Eucaristía.  La monja mejicana busca en este rito prehispánico y en otros las intuiciones precristianas que anunciarían el evangelio, al igual que lo hizo con la mitología griega  la mística francesa Simone Weil.

 

Magaly intuye en su interlocutora que conteniendo al Dios padre, está una madre cauce, una madre que fluye desde la eternidad. Que en el deseo vehemente de entendimiento y de saber, hay un  anhelo cóncavo de sabiduría: un cáliz -vaso espiritual, vaso insigne de devoción- advocación femenina de la divinidad intuida por Sor Juana en el mundo patriarcal que la avasalla.

En el mundo masculino patriarcal donde le tocó vivir, Sor Juana intenta acceder al conocimiento vedado a las mujeres, más sin embargo, se ve catapultada más allá o al más acá de la feminidad y allí en ese punto, ambas poetas se unen.


Sor Juana Inés confronta el universo;
la poesía es la imagen
de todo;

Magaly y Juana miran la poesía como imagen, un saber más allá de las palabras, que incluye la mirada de dios; así cuando Juana asimila el mito de Narciso a  Jesús, cree entender que hay un dios que se mira en la imagen de la naturaleza, y se enamora de ella. Aunque teológicamente cuestionable, la aproximación poética la lleva a intuir que la naturaleza es la pareja de un dios enamorado: del Divino Narciso. Y de nuevo una trinidad donde amante, amado y amor se funden.

Y dice Magaly

Su espíritu es espejo
del alma universal
volcado
en representación.

Acercarse a la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz con la sed de Magaly, con la sed nuestra, es acceder al mundo femenino, entonces relegado y desde allí de-velar  y re- velar misterios.


“tras las rejas de la celda
la feminidad se le revela”

Y no parece ser lo revelado sólo su condición de mujer, sino algo mucho más abarcante y total:

La Feminidad como condición cósmica, como arquetipo. Magaly alcanza acá una profunda intuición poética: en sor Juana lo femenino no sólo se limita a su ser de mujer, sino ella descubre la condición femenina de la creación y del propio creador, pero tal descubrimiento debe permanecer en el secreto de la celda, a riesgo de ser juzgada, como de hecho termina siéndolo: juzgada y silenciada. Y desde ese saber de muchos místicos, desde ese descubrimiento de la feminidad, donde el propio dios es seducido por su creación es que adviene ese”nuevo modo de amar”, anticipado por Teresa de Cepeda y Juan de Yepez.

Crónicas del Olvido
ANDAR CON LA SED
(Palabreos con Sor Juana Inés de la Cruz)

-ALBERTO HERNÁNDEZ

 

1.-Con la mirada puesta en la fronda del solar, la muchacha entiende que Dios anda descalzo, que lleva polvo en la piel más cercana a la tierra. Y entiende también que ser del Nuevo Mundo significa pertenecer a “la escarcha del tiempo”, y que “el dios del aire” -como el de todas las cosas- sabrá llevarla al sitio adecuado, mediante un diálogo que Magaly Salazar Sanabria ha transformado en versos, donde la beata/ poeta transita libremente. 
Los mensajes de la naturaleza, el clima de San Miguel de Nepantla, el de aquel siglo XVII mexicano, envuelven su fe y la hacen posible en las palabras, las que infunden recelo en las ásperas ligerezas de los otros, de quienes atados a los convencionalismos la trataron de alejar, de borrar, pero Sor Juana Inés de la Cruz, atenta al mandato divino, siguió adelante.
Como mujer le trazaron fronteras, hitos para que no pensara. Pero la poesía estaba allí, sacudida por la malicia del mundo. Instalada como una marca. Y en ese trajinar, Salazar Sanabria la conduce en su poesía a través de “Andar con la Sed” (Palabreos con Sor Juana Inés de la Cruz), Círculo de Escritores de Venezuela, Caracas, 2016:

“El ardor guarda un misterio:
Dios y belleza,
energía del espíritu,
y símbolo regenerador
que purifica,
así lo requiere

la poesía del Padre”.

Basada en esas dos potestades, fijadas en el misterio, “Dios y belleza”, Sor Juana se constituye personaje en la voz de la neoespartana Salazar Sanabria. Y desde ese equilibrio se suma a la riqueza verbal de la mexicana.

2.-Juana Inés de Asbaje deambuló por el odioso mundo de los rechazos. Formó parte de las Carmelitas Descalzas, pero otra dirección la condujo al Convento de la Orden de San Jerónimo donde vertió en obra su amor a Dios, al hijo crucificado.
Y es su palabra barroca, impulsada por Góngora y Calderón de la Barca, pero con Dios presente, más allá del terruño humano. 


En “Andar con la Sed”, la autora ubica a la monja y la canta, traza su poética, su manera de ser y de escribir:

“La palabra de Sor resplandece
en absoluta transitoriedad
y acoge a Jesús con la cruz y sus clavos
y es música,
pausas,
acentos, armonías, cadencias.
Composición en verso:
meditaciones celestiales,
mundos de la curiosidad”.

Y mientras su mirada resplandecía sobre el papel, el volcán Popocatépetl repartía sus cenizas sobre la atmósfera de la pureza divina. La Madre de Jesús le imprimía a su don la fuerza suficiente para seguir respirando en el calor de su celda. 
Pese a todos los rigores sociales, los que también vivían en su alrededor, en el claustro, ella, la mujer, la monja cercana a Dios, deja oír la voz de la también mujer poeta autora del libro que leemos:


“Enséñanos a tolerar/ pero regúlanos el ojo/ antes que las cosas y los hombres/ se confundan, / se adulteren, / se corrompan, / se enajenen, / se pudran. / Las bendiciones vienen de tu cuidado/ y los problemas de nuestras flaquezas”.


La poeta venezolana sigue las huellas sonoras de Santa Juana, ora con ella, canta con ella, toma la voz y la derrama en este texto:

“La imagen y lo onírico:/ viaje espiritual/ donde inicia/ la llama filosófica,/ la candela del fervor;/ llaga y palabra más allá de la mente,/ cercanía al cosmos y la sabiduría, / mano Divina.// Bien decía San Juan,/ el de la Cruz,/ para acercarse a Dios/ sólo desnudo/ de “quereres y no quereres”.


Y por esta misma vía pedregosa, entre la divinidad y la tentación del humano ser:


“Sor Juana Inés confronta al universo: / la poesía es la imagen/ de todo: / en su interior: la naturaleza/ y el lugar de Dios. / Su espíritu es espejo/ del alma universal/ volcado/ en representación”.

3.-Desafiado su juramento, su presencia carnal, su visita temporal, su verbo, la biografía de Sor Juana revitaliza la construcción de la experiencia literaria de Magaly Salazar. Activa sonidos, revela espacios que habitan una poética crítica, que no se aparta de decir lo que ocurre en una sociedad viciada y atrasada:


“Sor escribe la palabra y fija/ otro decir en poesía/ otra voz al machismo/ con energía y arrebato, / con creación de artista/ de mujer/ claro-oscuro/ donde el alma se mira/ de lugar entrecortado/ a cielo: metáfora del sueño”.


Y no deja pasar el amor de otro tiempo, mundano, extraviado. En la poesía de nuestra autora se fija esta noticia, este dato que no deja de ser parte memorial de la futura vocación de la mujer de hábito religioso:


“La monja confiesa/ que amó en otro tiempo/ un querer bastardo/. Escarceos con eros/ en años mozos: juegos y herida”.


El amor, aquel “escarceo”, encontró sitio en Dios. La poesía recorre el cuerpo vivo de quien la escribe, de quien recibe la iluminación. Salazar Sanabria traduce el ambiente de soledad de la monja que cavila:


“Tras las rejas de la celda, / la feminidad de Sor se revela/ como imagen de su vida: / apetencias de saber, / relación amorosa con Dios. / Intenta, un pensamiento libre, / y el verso la sostiene, / es su esencia; / el respeto a la mujer, / el respeto al indio, / el respeto al mestizo, / da su primer paso. / Amén, dijeron / los favorecidos”


Pero el amor es “tormentoso”, un sentimiento de “voz germinal”, originario. Un agregado terrenal que se suma al “Vuelo metódico del conocimiento”, y en el que está presente “el ojo que todo lo mira”.

4.-El mundo está allí, se mueve. Y en él, sombra y luz, trazo y color. Sonidos y silencio. Y en ese andar, “solicita la anuencia/ de los alcatraces de Diego Rivera / y la beatitud de los ángeles de Fra Angelico”.


De nuevo la mujer, la monja que cavila y defiende lo femenino. La mujer de graciosa divinidad, de madre que proyecta su imagen en el otro que desanda sus pasos, para alcanzar “El único fulgor: / la elevación”.


Dice la poeta venezolana, para afinar el vuelo de su personaje:

“El poema redime el pecado. / Es un vuelo hacia Dios”.


Larga es la “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, que aquí, en la voz de Magaly Salazar se hace conjunción de voces, para finalmente convertirse en una:


La mano que asoma por la celosía, / la reconozco / porque sostiene el libro de Jesucristo // Cuando Sor crea versos/ dos espacios abren sus ventanas: / la belleza de la cercanía con Dios, / la íntima respiración / y las cenizas no convidadas. // Ora, Sor Juana limpia / el tizne de tu rostro”.

Y así, entre otras oraciones, termina.

 

Comentarios: LIDIA SALAS

Poeta / ensayista

Caracas, marzo del  2017

ANDAR CON LA SED EN TIEMPOS DE SEQUÍA

El poemario, Andar con la sed (Ediciones Círculo de Escritores de Venezuela, Caracas. 2016) recientemente publicado por Magaly Salazar Sanabria, presenta, como la misma autora lo sugiere, una serie de palabreos con Sor Juana Inés de la Cruz. Ella  escribe un texto de consolación poética, entonando el cantico por excelencia, de acuerdo a las teorías profundizadas por Jorge Zalamea Borda, en su ensayo: Poesía ignorada y olvidada.

 

En su obra, Premio Casa de la Américas, Zalamea explica, que cuando el bardo se inspira en las obras del espíritu, sus versos consuelan al lector, porque elabora con palabras, un oasis que lo redime, de un mundo azotado por las injusticias, la guerra, la miseria y las contradicciones. Oportuna la recreación de la vida y de los versos de Sor Juana, en estas páginas, en las que también se expresa la sed, que nos aflige a tantos, en esta temporada de catástrofe nacional.

 

Un largo camino ha recorrido la poeta para llegar a estas veredas donde “El fuego / depura la realidad / de los sentidos ciegos / iluminándolos.” Desde su primer libro: No apto para los ritos de la sacralización (1978) en el que su voz ya resumía en figuras de epifanía,  verdades humanas de honda sabiduría. En las obras siguientes: Ardentía (1992), La casa del vigía (1993) y Bajío de sal (1996)  la poeta celebra el amor y la belleza, usando elementos del paisaje marino, de su bien amada isla natal.  Se  aprecia ya la tendencia mística en el libro, Levar Fuegos y sietes (1998) inspirado en el Cántico de las creaturas de Francisco de Asís. Con el pretexto de reflexionar  sobre los números y los elementos, entona un canto alborozado por los paisajes y realidades de esta tierra de gracia. Enamorada de su país, Salazar Sanabria denuncia en Cuerpos de resistencia, (2006)  el desgarramiento del país, de la ciudad y del lenguaje en los últimos lustros. Caudalía (2010) en doble edición, recrea, en la metáfora del zumo de la vid,  el lenguaje sensual de los sentidos.

 

Antes de seguir con el libro que nos convida, conviene recordar uno de los pasajes más fascinante del evangelio de Juan. Cap. IV. Vers. 7-18. Imagino el estupor de la samaritana, cuando en el borde del pozo de Jacob, aquel Nazareno de mirada parda le pide de beber. El rencor de años de separación entre los habitantes de Judea y Samaria, se emponzoña en la pregunta de la mujer:”¿Cómo tú siendo judío, me pides a beber a mí, que soy samaritana?” y el Hijo del Hombre declara su verdad: “ Si tú conocieras el don de Dios, y quien es el que te pide de beber, tú le hubieras pedido a él y él te hubiera dado agua viva”. Más adelante confiesa: “El que bebiere de esta agua, volverá a tener sed. Pero, quien bebiere del agua que yo le daré, nunca jamás volverá a tener sed. El agua que yo le daré, vendrá a ser dentro de él, un manantial que manará sin cesar,  hasta la vida eterna” 

           

Las palabras de luz tocan el corazón de la samaritana, quien le pide de rodillas: “Señor dame de beber de esa agua para que ya no tenga nunca más sed.”

Imagino a las dos poetas, con siglos de distancia entre sus vidas, palabreando al borde del pozo de Jacob. Inés con la sed del conocimiento de Dios y de  la justicia para los humillados de su época: la mujer, los indios, los mestizos. Magaly, con la sed de las incertidumbres y desesperanzas en un tiempo de sequía del bien. Se escucha el rumor de los versos: “Enciende tu fe / en la espalda de la noche / y rescolda las diligencias / en el sosiego.”

 

El camino de quien busca la trascendencia solo se puede significar mediante las intuiciones y paradojas del lenguaje. “En la noche oscura / la llama de amor viva”  Y esta

otra: “El encierro arrecia / pero el alma de Sor Juana / le ha crecido el velamen” Libro hermoso y extraño ha escrito la poeta margariteña.  La cadencia de su poesía presenta otra vertiente. El reconocimiento de lo femenino, no como género, sino como naturaleza que privilegia la ternura, la compasión, la generosidad y la entrega. Se citan los versos siguientes:”Sólo una mujer del siglo XVII / acerca a la condición biológica / a su esencia y funda un amanecer / para eleva en América / la suerte de lo femenino.”

 

En casi todos los poemarios de la autora de Andar con la sed,  hay una reiterada declaración de fe en las artes: música, escultura pintura, poesía. “Y nuestra imaginación pagana / solicita la anuencia / de los alcatraces de Diego Rivera / y la beatitud de los ángeles de Fra Angélico /paradoja  que el amor de Dios salva y une./ Sobre un folio blanco, / la poesía de Sor.”  Versos para leer en el sigilo de las horas, para que el mensaje nos arrastre a la fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna. Tenemos la promesa de la poeta  asuntina: “El poema redime del pecado. / Es un vuelo hacia Dios.”

 

COMENTARIO

Andar con la sed de Magaly Salazar

RAFAEL RONDÓN  NARVAÉZ

 

Con una contundencia a la cual nos tiene acostumbrado, Magaly Salazar acierta de nuevo en darle un título a su obra. Ya antes nos había convidado a hacer otros recorridos por textos como Ardentía (1992), Bajío de sal (1996), Caudalía (2010), por solo nombrar algunos. El más reciente, resume un concepto, pero sobre todo define con exactitud un sentimiento apropiado para emprender la lectura de su poemario.

Ahora nos invita a Andar con la sed. Palabreos con Sor Juana Inés de la Cruz. Y uno siente esa sensación anunciada cuando lo recorre. Esa suspensión constante, esa ansiedad no saciada por el conocimiento terrenal y sobre todo por el reconocimiento de lo divino. Es una impresión agonística prestada del barroco y por supuesto vinculada a la autora a la cual dedica el libro: Sor Juana Inés de la Cruz.

 

Epígrafe

Igualmente, el libro nos hace su invitación de la mano del gran poeta alemán Rainer María Rilke, que si bien vivió en un estado de angustia y búsqueda constante, en algún momento de su vida parece haber conseguido cierta paz. El epígrafe del libro nos invita a ese sosiego, al decir: Un vuelo en Dios, un contrapeso/ en el que rítmicamente me realizo.

Sin embargo, esa orientación del título es una propuesta para revisar una escritura a través de la vocación religiosa e intelectual de Sor Juana y entroncarla con la tradición de la poesía escrita en español, donde el barroco tuvo un asidero destacado. No en vano fue cuando tuvieron espacio fértil las contradicciones entre un mundo que apostaba por la modernidad entendida como duda, desarrollo científico y tecnológico y el deseo hispano por mantenerse raigal al catolicismo.

No es casual que en el recorrido del poemario nos encontremos acompañados también con los poetas de la tradición española. Así, Salazar emparenta a la mexicana con los grandes escritores del siglo de oro, pero sobre todo con aquellos que tienen profunda cercanía con lo espiritual. Aunque nuestra Sor Juana no fue mística en el estricto sentido de la palabra, sí es justo vincularla a poetas como Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. A ambos se refiere Magaly. Veamos, por ejemplo el poema XII, donde dice: Querer gustarlo todo/ Es saborear la nada. Así escogiste la noche sanjuanista. O la cita en el poema XLVI al Cántico Espiritual, al referirse a la hermosa figura del ciervo vulnerado de San Juan de la Cruz. En el caso de Santa Teresa está la convocatoria y la paráfrasis: Velas y quillas/compiten con gaviotas/para limpiar el aire/de críticas y envidias/ mientras Sor susurra la oración de Santa Teresa, / nada me turbe/ nada me espante/ y solo Dios basta.

La referencia a los autores es acertada porque se entronca con una forma de decir de la lengua que tienen en el siglo de oro uno de sus momentos más estelares. Además, porque no se queda solo en la península, sino que viaja a ultramar a hacerse lenguaje nuevo en las indias. No es casual que muchos hayan visto la culminación de ese siglo de oro, con la poetisa mexicana, pues ella le dio brillo al idioma, a la tradición religiosa y a las formas cimeras del barroco.

 

Desde la celda

El libro de Magaly recorre ciertos espacios de la vida de Sor Juna, pero hay algunos en especial que desearía mencionar. Primero, está el del convento donde pasó parte sus días y donde además se entregó al estudio, la meditación y la escritura. En el silencio, y alejada en lo que pudo del mundanal ruido, percibe a Dios. En el encierro, estaría la apertura a la divinidad. Es en el encierro, además, donde el ejercicio espiritual enlaza pensamiento y escritura. En el poema final, nos lo recuerda Magaly Salazar: la oración asciende desde la celda. Pero la celda no excluye otras prácticas. Lo sabemos por la misma sor Juna, gracia a su famosa Repuesta a Sor Filotea, donde enuncia una frase infinitamente repetida: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más habría escrito.

En este sentido, como lo viera Josefina Ludmer, Sor Juana practica una estrategia desde su supuesta debilidad, no solo para nombrarla en su escritos, sino para potenciarla y destacar el al lugar de esa enunciación y así transformarlo en valor. Transfigura así lo menor en contundencia.

Las ollas no están alejadas ni de Dios ni de la escritura. Magaly lo sabe y lo dice en varios de sus poemas. En el LI, declara: Nunca se creyó señora/ pero nació con tal sino/ que puso un delantal a su donaire/para servir en la/casa del pastor.

Y así varias veces recorre el libro la misma isotopía de lo tiznado, el tizne, lo ceniciento. Ora, Sor Juana limpia/el tizne de su rostro. Y es una humildad que no envilece, sino que asegura la calidad a sus oficios y específicamente a aquellos a los que una mujer de la Nueva España estaba ligada.

 

Del tú

¿Y hasta qué punto la voz lírica del poema se emparenta en el decir y en la representación del mundo de aquella mujer? Pareciera que en mucho, pues ambas voces se entrecruzan. El tú está siempre referido a sor Juana como si estuviera enfrente de ella. Pero igualmente se funde al yo que dice. Así Magaly Salazar, o por mejor decir, la transfiguración de esta mujer en voz lírica es también la de otros.

En buena parte esa celebración a Sor Juana, se vuelve una invocación. Por algo utiliza con frecuencia el vocativo, el apostrofe lírico para dialogar con la monja. Eso mismo entronca el poemario con géneros como la oda o el himno. Cosa nada indigna si entendemos que son formas de tratar temas graves y de cantar en un sentido religioso.

Pero el tú no es, por supuesto, una construcción histórica ni académica de la monja. Como toda invocación, es una lectura personal y transformadora. El Tú se construye no como una fidelidad a la vida, puesto que no hay intención biográfica, ni erudita. Otros estudiosos realizaron excelentes semblanzas y análisis de Sor Juna. Citaré los más conocidos: Margo Glantz, Octavio Paz, Georgina Sabat o José Pascual Buxó. El camino de Andar con la sed es otro, es la reconstrucción y la apropiación poética, profundamente emocionada y de larga recorrido por una obra. Examinando el libro, uno se da cuenta de que la autora ha leído y aprendido de la obra de la mexicana. Es pues lectura y relectura de años, que se hace patente en la mención a varias de sus obras más famosas.

Así por ejemplo, se refiere a los villancicos en el poema LV: Tercia Sor Juna Inés por los mestizos/ apretando las cuentas del rosario. Como se sabe, Sor Juana escribió en ese género religioso y festivo y abogó por una voz de colores diferentes, al incluir textos en nahual o incluso al recrear la oralidad de los africanos. Pero, además, los villancicos le sirvieron para cantar a uno de los personajes, más querido y que recorre todo el poemario. Nos referimos específicamente a la Virgen María. De ella dice: En medio de la noche. /la Virgen Pura. Qué más quisiera el Jazmín. Hay también otros momentos referidos a los autos sacramentales, y con especial deleite a su gran poema: El Primero sueño

Sor Juana dice muchas cosas a muchos y los seguirá diciendo. Es evidente que la lectora de este libro es una mujer. Eso emparenta aún más a Magaly Salazar con esta obra, marcando así una genealogía donde hay semejanzas y continuidades, pero también distancias. Al final, este libro es el encuentro de dos escrituras en el esfuerzo de hacer la autoría de una voz. Es el producto de un trayectoria vital que se decanta, la expresión de la búsqueda de una sabiduría vital donde la monja le sirve de palabra para expresar la condición de ese sujeto que se reconstruye en el hecho de ser mujer. Ya no la mujer del siglo XVII, pero que se entronca para ver en qué medida una enseñanza precedente puede también marcar la vida. Esto no es un hecho insólito, pues Sor Juna se convierte en el siglo XX y XXI, en las múltiples lecturas que de ella se realizan, la antecesora de una escritura. Otras poetas venezolanas podrían hallar en otras tradiciones, la norteamericana, por ejemplo, esas maternidades, Magaly Salazar ha preferido encontrarla en México.

Termino por resumir un último aspecto de este poemario. Hace poco, en su discurso de ingreso a la Academia de la Lengua, el poeta Armando Rojas Guardia refería su condición de intelectual marginal. Varias razones exponía para avalarlo, pero me quiero referir solo a una: el ser cristiano hoy en un mundo donde los intelectuales se descantan por el ateísmo o por una postura agnóstica o laica. Así dice Rojas Guardia: “De modo que al elegir el cristianismo católico como plataforma existencial y al escribir desde él, me coloco a mí mismo en un espacio intelectual y estético periférico”. Quiero recordar esta observación porque en este libro de madurez de Magaly Salazar,

también está esa  opción y estoy seguro  que a ella tampoco le inquieta estar en ese espacio.

Para optar a la Maestría en Literatura Iberoamericana, la Profesora BEYRA AMARISTApresentó un trabajo de investigación en la Cátedra de Literatura Venezolana,  Seminario de Poesía, titulado “La casa del Vigía de Magaly Salazar Sanabria”. Allí dice:

 

(…)“En la simbología del espacio  -dice Cirlot (1982), éste ha sido organizado por medio de divisiones fundadas en la tridimensionalidad  representada por una cruz. La orientación espacial se puede apreciar en la siguiente muestra:

 

                                                       “¿Quién eres tú?

                                                      ¿Quién colma tus paredes?

                                                      esparcida tu alma

                                                      te legitimas como cruz

                                                      como sonrisa

                                                      en el festín espiritual

                                                      en todo lo que una vez

                                                      fue sacrificio o juego”

 

En este caso, la irreverencia del “tú” diluye la posibilidad de armonía; en otra interpretación, la cruz denota espacialidad en cuanto apunta hacia todas las direcciones de la pared, hacia todos los untos del espacio, norte, sur, este y oeste. Puede añadirse cierto sentido religioso como también erótico.” (…) En el verso XV, el sentido de la puerta es enigmático: “No importa la fortaleza de la puerta / habrá un adiós que la doblegue” Está presente una emoción  siempre proclive a doblegarse por la fuerza de la afectividad. Presenta el poema una oposición binaria entre fortaleza y debilidad y una presencia y una ausencia. La síntesis será la fragilidad humana”

 

 

En una presentación de la poeta Magaly Salazar Sanabria, que hiciera el poeta Alberto Hernández, el 31 de octubre de 2003, en la Biblioteca “Agustín Codazzi” de  Maracay,  evento auspiciado por la Fundación Ludovico Silva, decía, refiriéndose al libro Levar fuegos y sietes:

 

(…)“En Levar fuegos y sietes, como ella misma lo señala, intenta responder al diálogo con la naturaleza y con los números para tratar de “conocerme a través de la nombradía de sus enigmas” “procuro descifrar a los cuatro elementos en la medida en que me descifro a mi misma”

En efecto, los misterios provistos por la voz lejana de San Francisco de Asís, en lo que de naturaleza  contienen sus páginas, dan como resultado versos como éstos: “Vuelve para que me habites / en esa meladura olvidada por el mar/Ven, trae tus semillas y adóbame/ con la perseverancia del silencio”

La lujuria, el eros desde la espuma marina y un imposible: el silencio.Esta mujer, esta poeta, isla y continente, frecuentada por la costumbre de hacer de la palabra un encargo de la permanencia, nos empuja a decir con ella: “Soy el vuelo/ placentero gravito sobre el aire/ me elevo/ de lugar entrecortado a cielo/ trasciendo el crecimiento/ Estoy con la felicidad.” Una isla interior, volcánica y verbal, establece el itinerario de esta voz  que hoy nos visita  y nos lee desde sus imágenes”

COMENTARIO del poeta JESÚS TORRES RIVERO escribió en la Revista Poda No 5 (2007), refiriéndose a Cuerpos de resistencia:

Sí sé por qué razón o desvarío, al culminar la lectura de este libro, mi memoria se disparó hacia el verso de Teócrito que canta” “Oh rueca, amiga de la lana, don de Atenea…”; y aún continúa presente la palabra de Magaly Salazar Sanabria.

La veo en su telar, extrayendo, en sístole y diástole del granado huso, sus pasiones, sus deseos, sus esperanzas, sus requiebros, sus dolores, sus amores, mezclando y combinando en la tela del poema, de todos estos poemas, lágrimas, savia y sangre de los reclamos de su aflicción. Porque la diosa  siempre estará presente con su fuerza y su sabiduría, viva en cada momento poético y en la espera angustiosa y esperanzadora de todas las Penélopes, y se presiente en la línea  del horizonte azul la vuelta del amado y el final de las ausencias.

Su creación la inicia con un génesis amoroso donde se declara “Eva amotinada”, arrojada del paraíso humano –que es el amor- por el desencanto y el engaño; pero ella, candor y esperanza, aspira a la recuperación de su verdadero país, su espacio y su tiempo, sin valladar, sin indigencia, donde el vuelo y el gorjeo del ave afirme la fortaleza del espíritu, aferrada a esa misma esperanza;  y en esta realidad busca afanosamente un semejante, sin embargo, nadie responde  a sus angustiosas interrogantes de dónde está el amor, dónde la ternura, dónde la mirada, los gestos, dónde las palabras, éstas dice, que quisieran anidar en una rama, en este mundo que debe ser fuente inagotable de cariño a todo lo que ella requiere: la naturaleza, nuestro país, la ciudad, nuestros cuerpos, el arte y la poesía, amorosamente, tiernamente contemplados, asumidos y respetados, a pesar –se queja- de que hoy priva la indolencia y la sumisión y de que:

                              “Nadie le pregunta nada a la ternura,

                               A la mirada,  a los gestos”

                                                   (…)

Rescate de la verdadera libertad humana, encarnada, presente en el anhelante corazón de esta poeta, abordando el abrazo del otro, del nosotros, en fusión de todos los seres y de todos los elementos, en un presente sin retorno, sólo presente y siempre presente en el futuro de porvenir, más allá de eso que llaman tiempo objetivado, la vida creadora en libertad, gloriosa y diversa, al invitarnos:

   

                           “He conjurado un sitio para la libertad

                           … y un aroma desenfadado que vive

                           por la esperanza”

 

Y además nos advierte:

                           “la resistencia me asiste y fortalece”

 

No hay dudas de que el cuadro lírico de estos poemas contiene también la apreciación dolorosa de la actualidad de nuestro país; su lectura de un país que se cae a pedazos, oscurecido por la ignorancia de ideas degradadas, en el que “hay asma y ahogo en la información”, obligado a la mentira de los discursos. Y ante este incordio, alarmada su sensibilidad de poeta grita:

                            “Hermano, hemos perdido del cielo, la plegaria

                              y la tierra de saber quiénes somos,

                              ¿Quién heredará mi corazón en este país saqueado?”

Y no obstante, estos próximos versos serán toda esperanza:

 

                              “Somos la fe de los abrazos,

                                presencia de vela en la sombra.

                                el espacio para la libertad”

 

Puesta la altiva proa hacia el azul, a los valores de reto al poder opresor, de la perseverancia y la valentía, de la amistad, de la solidaridad, de la belleza, del arte y la poesía y de la verdadera libertad y humanidad. Magaly Salazar Sanabria, de estirpe marinera, bordada su atarraya, alcanzó los versos voladores. De su rueca y su red nacieron sus poemas.

INTENTO DE CERCANÍA INTELECTUAL A LOS POEMAS DE

EL POZO DE LOS  POETAS DE MAGALY SALAZAR SANABRIA

         

 Eduardo Rivas Casado

 

Hay palabras cuya firmeza espiritual y conceptual es tan fuerte, que su sola pronunciación podría llevarnos a integrar una armoniosa diversidad de ideas, con las cuales podemos alcanzar emociones que nos permitan relacionar un infinito de felicidad. Entre las mismas destaco la palabra pozo por haber tenido para mí, una relevante dimensión significativa a través de todos los tiempos. Desde aquel pozo bíblico que ha perdurado como fuente ideal de la vida, hasta este de nuestros tiempos, cuya existencia responde a una concepción más espontánea del hombre, primordialmente identificada con una voluntad decididamente dispuesta a incursionar en el misterioso contenido conceptual de nuestra rutina doméstica, hasta transportarse a las diversas variables de la inconformidad creadora que caracteriza a la época actual, en la que el ser humano ha perseverado en su fantasía creativa, para llegar a inspirar el poder de la imaginación, más allá de los tiempos iniciales de nuestra fe cristiana, en la concepción bíblica de la bondad, hasta la época actual del imperio de la energía, bajo el dominio del petróleo como sujeto simbólico del poder. En esta palabra se ha nutrido tanto la imaginación de la teología así como la de las humanidades, la ciencia, la filosofía, la política y, por ende, no ha quedado atrás la poesía.

 

El signo del progreso que caracteriza a la época actual, ha sido también un factor decisivo en el enriquecimiento de nuestros recursos de expresión y, entre éstos, en la multiplicación y evolución significativa de la palabra. Con ella ha crecido la fortaleza semántica del lenguaje porque le ha impreso mayor consistencia, tanto a los recursos de expresión de los cuales nos valemos para hacer más perceptible nuestro universo imaginario relativo al tiempo y al pensamiento, así como también a la interpretación cercana a la idea del infinito. Es así como podemos alcanzar, en determinadas situaciones, la posibilidad de una significación exacta del impredecible valor semántico de la palabra, para transmitir las reacciones emocionales del autor, en función del estado anímico que pueda predominar en él, en el respectivo momento cuando decide utilizarlas.

 

En el poema El Pozo de los poetas de Magaly Salazar, la palabra pozo que introduce la primera estrofa está, más que llena, impregnada de un profundo sentido imaginativo cuyos efectos alcanzan a adornar metafóricamente todas las imágenes divinas con las cuales suele nutrirse el poema en su integridad, comenzando con la del propio DIOS, que se humaniza aún más en la identidad de nuestros sentimientos, cuando se derrama sobre las astromelias, los maizales, la sed y la piel desasistida. Es decir, cuando se hace sentir en seres que, sin su percepción dejarían de existir, porque es en el don de su bondad donde reside el poder de su esencialidad.

 

Magaly, no puedo ocultar que estos poemas me han sacudido espiritualmente en cada una de las pausas de su armoniosa estructura. No sabría decirte si tal efecto se deba a una particular reacción de natural agrado, que me causó la espontánea y honrosa solicitud que me hiciste para comentar tu trilogía lírica: El pozo y los poetas. Te confieso que he tenido muy pocas veces la experiencia de estos ejercicios por solicitud propia de sus autores, por eso no ha sido muy frecuente que me haya sentido comprometido en este grato y complejo trabajo, pero aquellas ocasiones cuando me he visto involucrado en semejantes requerimientos, todas han sido, más por motivaciones sentimentales de autores amigos, antes que por un expreso reconocimiento de mi experiencia o capacidad para el análisis literario. En esta ocasión, también estoy seguro de que predomina igualmente de parte tuya, una fuerte razón afectiva ante la cual no puedo excusarme. Por tal motivo en el presente caso, esa razón se transforma, para mí, en causa de honroso compromiso y gran responsabilidad afectiva, que impulsa y fortalece mi voluntad, para vencer el atrevimiento y decidirme a complacerte afianzado más en el cariño y la familiaridad, que en las facultades literarias para acometer tal osadía.

 

Por todo ello, no esperes encontrar en estas notas, un análisis literario sustentado en la capacidad crítica, ni menos aún en la formación artística de aquellos veteranos estetas con quienes frecuentemente sueles codearte, porque siempre se mantienen consecuentes con tu actividad poética y la valoran con esa debida y pertinente ponderación que te mereces. Todos ellos tienen la satisfacción de compartir contigo en sus frecuentes tertulias, las motivaciones que estimulan tus creaciones literarias, placer que yo poco disfruto por las diversas razones que, sin quererlo, nos mantienen físicamente distanciados. Muy diferente de todo aquello, este intento mío es una pretenciosa aventura de gran admiración, movida por la fuerza del cariño y por un sincero y justo deseo de acercamiento interpretativo a tu creatividad poética, a la placentera frescura de esa prodigalidad literaria que, en tan selecta presentación metafórica, tejes líricamente en la trama de estos poemas que se desbordan en EL POZO Y LOS POETAS.

 

No obstante quiero decirte, con la más natural franqueza y orgullosa sinceridad, que me ha resultado muy reconfortante la lectura de tus poemas, entre otras razones, por su armoniosa identidad con los seres y las cosas de nuestra cotidianidad, de los cuales derivas tus imágenes para ir dándole armonía a las creaciones metafóricas que los adornan. Su lectura me ha despertado muy gratas vivencias, al tiempo que me ha dado razones honrosas y motivos muy felices para ocupar bien el tiempo. Por eso trueco en deudas de gratitud el placer que me has concedido con esta gratísima tarea.

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